Son las tres de la mañana del 17 de marzo. Estoy frente a la computadora mientras Tahiel está en su carrito, al lado mío.
Se está comiendo las dos manos. No es que se mete la mano en la boca, sino que intenta comérsela. Como no puede, protesta. A veces con un gritito agudo que cala en mis oídos y me desespera.
Lo miro de reojo.
Me sonríe.
Se mata de risa.
Me derrite.
Sigue protestando con las manos en la boca. Es que no entiende que no entran.
No tiene hambre.
Pero… ¿qué hacemos los dos despiertos a esta hora?
En su muy precaria rutina esta es la hora en que se despierta por primera vez. Pero hoy todavía no se durmió. “Está pasado”, como diría cualquier abuela.
Lo vuelvo a mirar de reojo.
Se vuelve a reir.
Ayer cumplió tres meses.
(Esta parte fue escrita el 17 de marzo, a las tres de las mañana, luego de leer los lindos mensajes que me dejaron en el grupo del veo veo en Facebook animándome a escribir sobre “algo pequeño” y que ese algo pequeño sea Tahiel. Gracias, chicos!). Continúa…
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–El problema es de ustedes. –nos dice el pediatra con una desenvoltura que nos cachetea.
–Tiene razón. –pienso, pero no se lo digo.
Claro, Tahiel no tiene la culpa de levantarse tres o cuatro veces a la noche, de tener días en los que duerme mucho y días en los que duerme poco, de llorar desesperado por los cólicos, de querer jugar con los móviles o de querer que lo saquemos a pasear. Es un bebé y hace todo lo que hacen los bebés.
Tampoco tiene la culpa de que nosotros hayamos decidido elegir la vida que tenemos, con lo bueno y lo malo que eso implica. No tiene la culpa de que yo no tenga una “licencia laboral”, ni de que queramos tener tiempo para escribir el libro, para escribir el blog, para escribir las notas que tengo que entregar a las revistas o a las webs, para escribir los capítulos que tengo que enviar a las editoriales, para seguir viendo Breaking Bad, para empezar a ver House of cards o para dormir un poco más.
Tampoco tiene la culpa de que no le podamos poner una rutina, aunque sabemos que es muy buena para los bebés, porque no la tenemos ni nosotros. Tampoco tiene la culpa de tener unos papás que no pueden quedarse quietos un minuto, que quieren hacer cosas, que siguen soñando con proyectos, que siguen apostando por lo que eligieron.
Cuando le contamos al pediatra todo lo que hace siempre nos responde “es normal”. Y está bueno que nos diga eso. Quiere decir que es un bebé sano, que está creciendo bien y que está haciendo todo lo que hacen los bebés a esa edad. El problema es nuestro. Entonces, ante estas obviedades, es lógico que el pediatra nos responda así. Por eso, desde el día en que nos dijo “el problema es de ustedes” decidimos empezar a dejar de lado algunas cosas que realmente no son tan importantes para emplear el tiempo en otras que sí lo son. No siempre lo logramos, pero a partir de esa frase nuestra prioridad fue Tahiel. Si él nos deja, escribimos para el blog, si él nos deja editamos fotos, si él nos deja miramos una serie o un partido de fútbol, si él nos deja nos metemos en las redes sociales. Sino, estamos con él.
Lo único para lo que nos turnamos con Dino es para las cuestiones laborales (se necesita dinero para vivir en estos tiempos). Si yo tengo que escribir una nota o un capítulo, me voy a un bar y Dino se queda con Tahiel. Si Dino tiene un show de magia, me quedo yo. Sino, estamos los dos con él. Eso es lo que queríamos cuando decidimos buscar un nuevo integrante de la familia.
Así fue que en estos tres meses aprendimos a jugarle con el móvil, a tirarnos en el gimnasio para jugar con los muñecos que cuelgan, a cantarle canciones de Caracachumba, de María Elena Walsh, de Midón, de cancha y hasta de los Redondos, de Drexler y de Sabina. Aprendimos a entonar (o eso creemos) canciones de cuna para que se duerma. Aprendimos a hacer muchas cosas con una sola mano. Aprendimos a observar cada día cómo crece, a sorprendernos por sus logros, a disfrutar de sus muecas, a reírnos con su risa y a preocuparnos con su llanto. Aprendimos a hacerle monerías para que nos imite y a entender sus distintos llantos (bueno, a veces). Aprendimos a reírnos entre nosotros de las situaciones que se nos presentan. Aprendimos a compartir sus tiempos, a tirarnos en la cama para hacerle cosquillas, a quejarnos de su olor a pata, a extrañar su olorcito de recién bañado y a verlo cada día más lindo.
Aprendimos que existe una nueva manera de amar.
Igual, a veces, la situación nos supera y lo único que queremos es que se duerma. En esos momentos pienso que los bebés deberían venir con una especie de botonera con luces de colores. Si se enciende el rojo es hambre. Si se prende el amarillo son cólicos. Si se ilumina el verde es aburrimiento (sí, los bebés también se aburren). Si se enciende el azul es sueño… y así con diferentes colores y necesidades.
(Esta parte fue escrita el 17 de marzo, a las 11 de la mañana, cuando Tahiel se quedó dormido durante 30 minutos… cuando duerme la siesta nunca sabés cuánto tiempo durará).
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“Hay que disfrutar el presente”
Posiblemente esta sea una de las frases hechas que más se escuchan. Palabras más, palabras menos, muchas frases inspiradoras que andan dando vueltas apuntan a lo mismo: disfrutemos el hoy porque el pasado ya pasó y el futuro es incierto (y no sabemos si tendremos un futuro). Y es verdad lo que dice esa frase. Y siempre intentamos hacerlo. Pero a pesar de eso, a veces es imposible no añorar el pasado o soñar el futuro. Y tampoco está mal eso. Creo.
Después de tres meses, cada vez que miramos a ese “algo pequeño”, que invadió nuestra casa con todas sus cosas, no podemos evitar recordar el pasado: el día que sentí las contracciones y la partera nos dijo “los espero en una hora en la clínica”; el momento en que Dino apareció con gorro, con un traje naranja que decía “papá” y con Tahiel a upa en la sala de parto con los ojos llorosos; el día en que tuvo sus primeros cólicos; el día en que salimos con él por primera vez a tomar un café; el día que fuimos a su primer encuentro de blogueros; el día en que se cagó por primera vez fuera de los pañales y tuvimos que salir corriendo para la ducha; el día que comenzó a seguirnos con la mirada; el día de su primera sonrisa…
Después de tres meses, cada vez que miramos a ese “algo pequeño”, que invadió nuestra casa con todas sus cosas, tampoco podemos evitar soñar el futuro: el día en que le preparemos su mochila para irnos de viaje; el día que hagamos la lista de cosas que necesitamos llevarle para la ruta; el día en que cumpla su primer año; el día en que tome su primer avión; el día en que presentemos el libro con él; el día en que hagamos la primera presentación de nuestro proyecto con su compañía… Así que acá estamos… recordando unos hermosos y agotadores tres meses, aprendiendo todos los días y soñando con lo que vendrá.
(Esta parte fue escrita el 18 de marzo, a las 00.30, cuando Tahiel se durmió. Así es todo en nuestras vidas desde hace tres meses: todo en partes. Pero felices).
¿Qué es veo veo?
Este post forma parte de una nueva sección llamada Veo Veo. ¿Qué es Veo Veo? Es un juego para conocer lugares, costumbres e historias de muchos lugares del mundo a través de los relatos de varios viajeros. Se realiza una vez al mes y las temáticas se eligen en el grupo Veo Veo de Facebook. ¿Querés sumarte? Todos pueden participar. Toda la información en ese grupo.