Siempre creímos que escribir un libro es muy difícil. Sobre todo cuando no somos escritores y no tenemos experiencia. Llenar tantas páginas en blanco parecía una tarea descomunal. La imagen típica del escritor al que no le llegan las ideas aparecía recurrentemente: el escritor sentado frente a una hoja en blanco por horas, con un lápiz en su mano, dando golpecitos en la mesa, mientras la otra mano toca su pelo, despeinándolo y volviéndolo a peinar.
Cuando nosotros nos sentamos frente a esa amenazante hoja en blanco, que pedía a gritos creatividad, nos pasó todo lo contrario. Había tantas historias para compartir que nuestro problema fue discernir, porque de lo contrario, el libro sería más gordo que alto. Había que elegir. Nos pusimos a pensar. Queríamos que los lectores pasaran por todas las emociones, que el libro sea como un torbellino de sensaciones. Por eso decidimos revisar las historias y anécdotas que teníamos para contar y ver cuáles remitían a esas emociones. Había que pasar la zaranda y ver cuáles quedaban. Pero tuvimos tantas vivencias alegres, divertidas, tristes, melancólicas, emotivas, profundas y humanas, que era muy poco lo que traspasaba ese tamiz. Había que seguir filtrando. Desde las emociones casi nada quedaba afuera.
¿Cómo hacemos, entonces? Queríamos que las historias sean interesantes para nosotros, pero también para los que vayan a leer el libro. ¿Cómo sabemos qué es lo que al otro puede interesarle? No lo sabemos.
Entonces nos dijimos: «Comencemos a eliminar hojas en blanco, ellas solas nos dirán qué va a quedar y que no».
Y así fue como escribimos un montón. Hojas y más hojas. A todo lo que ya teníamos escrito de los primeros meses de 2012, se le fueron sumando cientos de hojas más. A veces nos decíamos: “Lo mejor es escribir todo y después ver qué sacamos”. Otras, en cambio, nos mirábamos con una sonrisa cómplice y pensábamos: “mejor no escribamos tanto que después no vamos a saber qué sacar”. Y, obviamente, pasó esto último: no supimos qué sacar.
Pero una vez que la diseñadora nos mandó el libro armado no nos quedó otra opción que empezar a cortar texto porque para enviarlo por correo no puede pesar mucho. El libro quedó de 350 páginas (con algunas más «extras» si el peso final lo permite). El word con los textos «descartados» suma más de 50 páginas.
Ojalá les gusten las historias que elegimos.
Al principio todo estaba así, como antes de salir de viaje…
Pero después las hojas se llenaron de vivencias para compartir.
Toda la serie sobre «La experiencia de escribir nuestro primer libro de viajes de la A a la Z», en este link.
¿Te gustó el post? Los invitamos a seguir viajando con nosotros y a sumarse con un Me Gusta en la página de facebook de Magia en el Camino y a suscribirse al blog para que les lleguen las novedades en su correo electrónico. Es muy fácil. Tienen que escribir su correo en el recuadro donde dice «suscribite» (a la derecha de la pantalla), ir a la bandeja de entrada en su mail, buscar un mail de feedburner (puede caer en no deseados) y hacer click en el link que está en ese mail (para corroborar su dirección de correo). También los esperamos en twitter acá. Gracias!